El valor fundamental de la empatía


La empatía es una virtud cuyo valor está directamente relacionado con nuestra inteligencia emocional, probablemente la verdadera de todas las inteligencias o talentos que poseemos.

La característica esencial de una persona inteligente, es su capacidad para entender las emociones de los demás. No parece concebible que una persona se crea realmente inteligente cuando a la vez prescinde de un mecanismo mental que le haga entender la susceptibilidad, el dolor o el sufrimiento de los demás. 


No importa cuántos títulos académicos tenga esa persona, si no es capaz de intuir, de percibir, de reconocer, de darse cuenta, es decir, de ponerse en el lugar del otro, es ciertamente una persona limitada en sus capacidades emocionales e intelectuales, restringidas sólo a lo que haya aprendido en la escuela, la universidad o su ambiente social o familiar. 

Fuera de su campo de acción el profesional académico más destacado resulta ser tan bruto como el más ignorante de los seres humanos sino domina el concepto de la empatía.

Una persona inteligente dijimos era la persona que es capaz de vivir armoniosamente con cada cosa que hace, sin hacer daño a los demás, claro, pero esta personalidad no puede carecer de valores como la empatía, la justicia y la solidaridad, si no de que persona inteligente estamos hablando. 


Se puede ser el mejor cirujano, el más sorprendente matemático o científico y el más disciplinado de los estudiantes pero si se carece de empatía siempre se estará expuesto a fracasar rotundamente en las relaciones interpersonales.

De hecho para las relaciones de pareja por ejemplo, ¿qué tanto pueden importar los títulos o calificaciones académicas que se tengan? allí lo fundamental es el valor de la empatía, si tú no sabes ponerte en el lugar de tu pareja, esa relación será un fracaso rotundo, a los pocos meses de casados se estarán arrojando los platos por la cabeza.

 

La empatía, un valor que se aprende desde niño

 

La empatía es un valor que se debe aprender desde niño, y hacen muy bien los padres inteligentes que educan a sus hijos mostrándoles las consecuencias de sus actos, enseñándoles a ser solidarios, y a no hacer o decir cosas que puedan herir a otros niños. Si desde niño se cultiva la empatía se tiene un arma muy útil para su crecimiento y desarrollo mental y espiritual. 


Mientras más empática es una persona, más solidaria y tolerante es, pero la empatía está relacionada con la verdadera inteligencia y en ese sentido el valor de la empatía no debe confundirse con abandonar los propios intereses y principios por apoyar desmedidamente a los demás sin pensar en las consecuencias. 

Por tanto, es una falsa empatía aquella que carece del equilibrio interpersonal e intrapersonal(auto-comprensión), es decir que uno no debe ponerse en el lugar de los demás si primero no se ha interiorizado consigo mismo en los anhelos más profundos de su razón de ser.

La empatía es un valor fundamental y característica imprescindible en las personas que mentalmente poseen un estadío superior de conciencia. Es una cualidad extraordinaría para casi adivinar lo que piensan los demás con sólo mirarles. Una persona empática es comprensiva, amable, solidaria y altamente tolerante. 


El ser humano empático tiene siempre el reto de enfrentar y tolerar con éxito a la personas limitadas por la estupidez y la maldad. Su capacidad no esta relacionada necesariamente con características  religiosas pero definitivamente la persona empática  entiende que la "fe" aparte del "conocimiento" es un factor importante en su desarrollo intrapersonal, punto de partida para la relación interpersonal exitosa con los demás.

MARDAM

Escribir comentario

Comentarios: 2
  • #1

    maria teresa cadena zarate (jueves, 28 marzo 2013 06:01)

    ES VERDAD, LA EMPATIA ES COMPRENSION HACIA LOS DEMAS, Y SI ME QUIERO A MI MISMO VOY A QUERER A LOS DEMAS, Y ESO TRAE COMO CONSECUENCIA UN EQUILIBRIO EMOCIONAL DADO POR LA INTELIGENCIA

  • #2

    DESARROLLO PERSONAL (domingo, 12 julio 2015 20:48)

    Muchas gracias por tu comentario Maria Teresa, saludos!